Testimonio Anónimo de un habitante de Reyes, Beni
En estas últimas cuatro semanas, el panorama en Reyes ha cambiado
mucho. No deja de llover, no entran flotas, no salen los autos a
Rurrenabaque. Dicen que es un castigo de Dios.
En el mercado no he visto pan, verduras, carne, lácteos y demás
alimentos necesarios para subsistir. Pero lo que sí vi es mucha agua,
gente llorando, casas inundadas, casas cayéndose; calles que parecen
lagunas artificiales, helicópteros, mucha gente buscando alimentos para
llevar a casa, avionetas, cielos cargados de agua, vacas, toros,
caballos, yeguas, gallinas, perros y gatos buscando dónde guarecerse.
También vi al Ministro Juan Ramón Quintana visitando a nuestro Honorable
Alcalde Municipal.
Las cosas han cambiado mucho en estas
semanas. No hay niños por las calles, están llenas de agua, barro y
continúa lloviendo. La desesperación está entrando por las ventanas de
todos los reyesanos. Se siente en el aire una especie de vacío y
desesperanza. La envidia y la solidaridad se volvieron el pan nuestro de
cada día, puesto que ya no hay pan para comprar.
Desde que el
Alcalde de Reyes expresó “Los maestros tienen sueldo, nada para ellos”
me puse a pensar: ¿qué dar de comer a nuestros hijos si no hay nada para
comprar? Si es cierto que todos los asalariados estamos hinchados en
plata, entonces deberíamos comenzar a dar de comer dinero a nuestra
familia. Quisiera imaginar, por tan solo un minuto, qué haría nuestro
Alcalde Municipal si su empleada le sirviera a él, a su esposa e hijos
un suculento almuerzo de monedas y billetes.
Hoy salió el sol,
pero en el cielo aún se mira nubes negras. No hay luz, no hay agua, no
hay alimentos. Escuché decir que todo el Beni se encuentra así. Parece
que fuera una pesadilla. Como mucha gente dice, cuando alguien ve y anda
por las calles queda perplejo.
Cuando todo esto empezó llovió
toda la noche, como nunca. Nadie imaginó que sólo era el comienzo. Los
curiosos iban hasta la tranca, donde hicieron el primer corte de ruta.
Desde ese día –domingo- lo recuerdo bien, no dejó llover. Las calles
estaban llenas, todos salían a sacarse fotos para subirlas al Facebook.
Algunos más intrépidos se metían moto y todo a calles, donde el agua
llegaba hasta el escape y otras lo tapaban y todos inocentes, sonriendo
para la cámara.
Al día siguiente los comerciantes viendo que no
había paso para flotas y autos, guardaron los alimentos y otros
empezaron a vender sus productos a precios más elevados.
Los
mercados que estaban llenos de verduras, frutas y conservas, ahora están
limpios, vacíos, sin nada. Como nunca, se mira las cajas bien lavaditas
y volcadas junto a los balays y canastas. Y las venteras sentadas, sin
qué hacer, mirando la calle. Simplemente no hay camino por donde lleguen
los alimentos al pueblo (aunque para muchos reyesanos llamar “pueblo” o
“pueblito” a Reyes es un insulto. Responderían con indignación y muy
rápidamente: “Reyes no es un pueblo, es una ciudad… carajo!”).
En Reyes no hay clases, los damnificados de diferentes comunidades están
utilizando las Unidades Educativas como vivienda provisional. Esto lo
vino a constatar en persona el Ministro de Educación Roberto Aguilar,
que en compañía de dos directores recorrieron las calles inundadas de
Reyes y visitaron todas y cada de una de las Unidades Educativas a las
que se pudo acceder en moto; a las demás unidades las observó desde un
helicóptero, puesto que literalmente el agua llegaba “al coto”.
Después de esa travesía el ministro pudo irse contento, puesto que vio
que los maestros no pueden pasar clases, no hay dónde… pero siguen
ganando su sueldo, sentados, pero inundados. Esto me hace recuerdo a un
incidente televisivo local (cuando tenemos la suerte de que haya
corriente). El Alcalde Municipal recibió clases magistrales de un
vendedor apodado “El Camba”. Le enseñaba que tenía en su tienda lo que
recibe el nombre de “aceite”, “arroz”, “azúcar” denominados víveres… ya
que ese mismo día el Honorable Alcalde Municipal de nuestro pueblo, en
una entrevista, dijo que en Reyes no había víveres, que necesitábamos la
ayuda y colaboración del gobierno central. No sabemos por qué el
gobierno no quiso declarar zona de desastre a Reyes o a todo el Beni.
“El Camba” no es partidario del partido del Alcalde, porque si bien
tenía “muchos y variados” víveres para vender, la gente que perdió todo…
no tiene con qué comprar sus muy variados y bien llamados víveres. Ah!
Falta aclarar que si hablamos de dinero, los del magisterio están
forrados! Vamos Camba…. Tienes a quién vender todos tus víveres que no
conoce el Alcalde!
Si revisan algunas fotos subidas al Facebook
podrán constatar el difícil trabajo de un ganadero. Primero, el camino a
las estancias tiene una profundidad de agua de unos 1.20 m. para
arriba, sumado un lodazal que pa que te cuento. Un pariente fue a
rescatar un ganado; hizo una canoa y junto a otro pariente se fue aguas
adentro, rumbo a Río Viejo. Llegando a la estancia contaron el ganado.
48 novillos que blanqueaban sus ojos. Rápidamente separaban a los que
podían salvarse y a los otros los carnearon. Cuando llegaron al pueblo,
después de cuatro días, entre medio la coca, chamairo, bico, agua y
alcochol, se sacaron las botas. Esos pies estaban al rojo vivo, de
tenerlos remojados y la fricción de la bota de goma hizo que los callos
que se les formó se pelaran y estaban deshechos! Afortunadamente
llegaron unos médicos de La Paz y pudieron revisar los pies de estos
parientes, pero la ayuda vino incompleta, llegaron los médicos para ver
las emergencias que se presentan en medio de tan terrible inundación,
nunca antes vista, pero los médicos sólo vinieron a eso: a ver y nada
más. No hay remedios, no llegan remedios, porque no hay caminos. Sólo
vinieron a ver a los pacientes y nuestros parientes curaron sus pies
“como se criaron los cambas”, con cebo caliente derretido en cada
peladura, gritando todos y los más irrepetibles disparates.
En
el camino a Rurrenabaque-Reyes, la historia es similar o mucho peor. Las
personas viven en las carreteras junto a sus gallinas, chanchos perros y
los gatos que pudieron salvarse del turbión. Sus casas están en el
fondo del paisaje, junto a una corriente fuerte de un río que jamás
pasaba por esos lugares y que les dejó de regalo un lodazal, que
arrinconó lo mucho o poco que tenían.
Los tractores que en vez
de llevar basura (que era su uso) ahora acarreaban gente de Rurrenabaque
a Reyes o viceversa; todo por parte de la Alcaldía y de la
subgobernación. Pero lo hicieron por la módica suma de 50 Bs. Algunos de
los tractores se volcaron, regresaron de donde partieron y terminaron
sin uso varios días, debido a la crecida de las aguas e
intransitabilidad de la carretera. Pero cuando asoleó un poco y bajó el
agua, vieran… todo estaba lleno de “collas” de ida a Rurrenabaque, para
tratar de traer algo para vender.
Sin duda alguna el que más
trabajó en estos días de inundación, fue el dueño de la única avioneta
que estaba en Reyes: el Cap. Alcázar quien cobraba 150 Bs. por persona
por un vuelo de 7 minutos: Rurrenabaque–Reyes. A él sí que lo buscaba
todo pasajero recién llegado de La Paz, por la línea aérea Amaszonas,
porque los vuelos solidarios que se ofrecieron por televisión jamás se
dieron. Fueron sólo palabras. Tanto fue el enojo de los turistas que no
encontraban salida hacia lugares sin agua, que tomaron el aeropuerto de
Rurrenabaque reclamando los vuelos solidarios que nuestro presidente
prometió y no cumplió.
Las consecuencias de la inundación
recién se hacen notar. Da mucha pena, pero qué más podemos hacer. La
naturaleza decidió castigar a todos los reyesanos en menor o mayor
medida. Uno sale a las calles, se miran casas a punto de caerse,
cayéndose, remojadas, paredes tumbadas, puentes deshechos, todos
embotados, todo verde. El olor del agua estancada se mete hasta los
huesos, los animales que pasan están esqueléticos, porque el pasto se
pudrió. Ni los animales tienen qué comer, pero quizás los maestros que
tienen dinero puedan compartir algo con ellos.
Esperamos que
los helicópteros del gobierno central pueden ingresar más alimentos, los
necesitamos, aunque “El Camba” se jacte de restregar en la cara del
Alcalde que tiene mucha mercadería aún a la venta.
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