Por Pablo Rojas Paredes
El poeta Benjamín Blanco utilizó, en el himno a Cochabamba, los adjetivos “firme y constante” para referirse al pueblo cochabambino que emprendió la “lucha” por la “libertad”, por esa que el 2010, aún no terminamos de levantar la voz. Sucedió hace 200 años, por eso festejamos este bicentenario. Mucho se ha hablado de la crueldad de los invasores y que mucho después de liberada y creada Bolivia, el hacha de Colón siguió cortando cabezas, hasta que apareció Evo Morales para terminar de darnos la verdadera libertad.
Sin embargo, la democracia de Evo Morales alimenta y oculta bajo sus alas a los descendientes de Cristóbal Colón para que sigan cometiendo ultrajes cada día. En los territorios indígenas bolivianos se ha podido constatar cómo el poder de la hipocresía actúa invadiendo tierras, agrediendo a culturas y destruyendo la naturaleza. No es nada raro de que el sustantivo “colonizador” tenga su raíz en el apellido “Colón” y represente la ambición del invasor que se mantiene intacto e incluso es tan despiadado como en esa época. Lo que sucede en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) es sólo una muestra de lo que sucede en toda Bolivia en otras áreas protegidas y territorios indígenas. Visitar el Chapare representa entrar en un espacio donde la selva ha sido sometida al maltrato y los pueblos originarios han sido arrinconados y, en demasiados casos, han sido despojados de sus territorios.
La realidad más cercana al bicentenario que podemos encontrar son los árboles, que ya existían cuando Esteban Arze o Ignacio Warnes recién nacían. El mapajo es un árbol que para abrazar su circunferencia se necesitan en algunos casos hasta 15 personas y muchos de ellos se calcula que tienen entre 400 y 500 años de existencia. Uno de estos mapajos fue derribado por colonizadores cocaleros y madereros que entraron y abrieron una senda de 27 kilómetros dentro del TIPNIS creando los sindicatos de coca “Nueva Estrella” y “16 de Octubre”, consolidaron asentamientos ilegales y organizaron una fiesta de tala y coca ilegales, pero ahí estuvieron los “hombres” para defender su selva. Este mes no sólo recordaremos que hace 200 años se comenzó a luchar por la libertad, sino, que hace un año, septiembre de 2009, valientes mojeños, yurakarés y chimanes de la zona sudeste del Isiboro Sécure contuvieron en una desigual lucha a los colonizadores invasores. El Gobierno, junto a la Policía, tuvo que intervenir ante las evidencias de avasallamiento y se comprometió a erradicar coca ilegal y castigar y detener a los instigadores de nuevos asentamientos.
Árbol de Mapajo en el TIPNIS |
Ya pasó un año, se organizó, en Bolivia, una Cumbre en Defensa de la Naturaleza e, internacionalmente, el Presidente lidera un movimiento de defensa de la Madre Tierra y ¿qué sucede en casa?, ¿qué pasa en el TIPNIS?
El Gobierno lejos de solucionar los problemas y compromisos pendientes decidió, como Entrada al plato fuerte, construir un camino que destruya el Parque Machía (refugio de animales) dentro del municipio de Villa Tunari administrado por el alcalde “ignorante” y ecoturista: Feliciano Mamani. Hace unos días, al mejor estilo del hermano de Colón, que mataba indígenas para probar el filo de su espada, 300 cocaleros del sindicato “Villa Copacabana” a plan de machete en mano entraron con engaños al Parque Machía para destruir la senda de los monos y un kilómetro y medio de plantas; por su parte, el gobernador de Cochabamba, Edmundo Novillo, ha perdido el sentido común… el gran regalo del bicentenario para los cochabambinos es hacerse de la vista gorda, hablar del compromiso con el pueblo, y proporcionar “de manera temporal, un permiso ambiental por 30 días para la construcción de su camino” (esa figura NO existe en ninguna parte de las leyes) y permitir la destrucción del Parque Machía.
La historia continúa: el plato fuerte es pretender construir una carretera (que además marca el récord de transgresiones a la ley y a la Constitución) que parta en dos el TIPNIS lo que provocaría la mayor catástrofe ambiental y cultural en la historia moderna de Bolivia. El Presidente ha dicho sobre este y otros proyectos destructores: “No podemos ser chantajeados con la consulta. Más bien, les pedimos acelerar las licencias ambientales”. Como en las películas: “Licencia para matar”. Sin embargo, los pueblos indígenas han sido claros: el rechazo a la construcción de la carretera es “contundente e innegociable”, aunque el director de la ABC (Administradora Boliviana de Carreteras), Luis Sánchez, afirme que la vida se negocia: “Un año nos estamos dando como ABC para discutir con el Tipnis correctamente cuál es el tramo que se hace y cómo se hace”.
El hecho de hablar de la carretera nos hizo descubrir otra cruel realidad: en la zona colonizada del TIPNIS (ver mapa), espacio consolidado en el Gobierno de Evo Morales, el año 2003 existían 22 comunidades indígenas, el 2010 se redujeron a solo 14. Esto es muestra de un despiadado etno-genocidio socapado y fomentado por el Gobierno. Es posible que en unos pocos meses, las comunidades Cezajsama y Limo del Tipnis también desaparezcan y suba en la estadística esta crónica de destrucción. Cezajsama es una comunidad yurakaré encerrada entre alambres de púas en medio de una ciudadela de cocaleros quienes, hasta hace un tiempo, tuvieron el atrevimiento de cobrar a estos hermanos yurakarés por ir a cazar en “propiedad” cocalera (espacio arrebatado por titulaciones negociadas dentro del Parque). Ahora en esa zona, ya no hay dónde ir a cazar y sólo resta buscar las pulperías de los colonizadores para comprar galletas y alcohol que haga olvidar que la reputación guerrera de su pueblo se extingue al tiempo de esperar que se derrumben los últimos “firmes y constantes” árboles “bicentenarios” para deleite de aquellos que lucran con la ilegalidad y para impotencia de la Madre Tierra.
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